Silvia, vendedora ambulante; una historia en el bulevar

Por Paco De Luna

Silvia Aguilar Díaz está orgullosa de su trabajo. Ella es vendedora ambulante y durante 18 años ha recorrido camellones de la carretera Xalapa-Veracruz y la avenida Lázaro Cárdenas en la capital veracruzana.

Carga con su pequeño puesto de fierro; lo sujeta con una correa color gris que va desde su hombro izquierdo hasta la cadera; la herrería está sujeta y de ahí cuelgan los chicles, caramelos, bombones, pastillas mentoladas, gomitas, pistaches, habas, palanquetas, cacahuates y cigarros.

Son los productos que ofrece. Los choferes son los principales clientes quienes le compran el tabaco o las botanas, siempre y cuando logren detenerse en el congestionamiento vial a la altura de la colonia El Olmo donde actualmente se realizan maniobras para la construcción del puente a desnivel “Las Trancas”.
Cuenta que es arriesgado al exponerse a la circulación vial “y aquí uno se la juega, bien se puede vender, a veces dejan los carros, pero a veces no. Sí hay carros, pero ventas no tanto”, dice mientras transcurre la entrevista la tarde acalorada de mayo en el sur de la ciudad de Xalapa.

La señora Silvia tiene 46 años y es originaria de La Estanzuela, Emiliano Zapata, municipio conurbado con la capital veracruzana. Es madre de un hijo y tres hijas a quienes con este oficio logró solventar económicamente las carreras universitarias.

Silvia es sonriente, tiene un buen carisma para tratar a sus clientes y también la entrevista para NV. De momento se aleja de la cámara y el micrófono porque un conductor le compró dos cigarros, otro más la botana para saciar el antojo o un poco de hambre en lo que llega a su destino.

Vender en un camellón donde la vialidad suele ser de alta velocidad es de riesgo, tiene que esperar casi un alto total, pero en cuestión de segundos las unidades vehiculares avanzan y es necesario esquivar desde coches particulares hasta camiones de carga pesada.

Durante 18 años ha sido su vida diaria, a partir de las 02:00 de la tarde se instala en Lázaro Cárdenas, pero ahora lo hace en El Olmo a pocos metros del distribuidor vial “El Trébol”, donde el caos vial se forma en una larga fila que llega hasta la avenida 20 de noviembre.

AMBULANTE, VIALIDADES Y UNIVERSIDAD

La vida es complicada en la venta ambulante, sobre todo en estas circunstancias, mucho calor, también el frío o la lluvia, narra doña Silvia de piel morena y la sonrisa que le caracteriza el buen humor.

Tiene tres hijas, la mayor de 30 años; dos de ellas son licenciadas en Derecho, otra más en Educación; el menor un varón de 23 años a quien animan para que estudie alguna carrera universitaria.

“Gracias a dios de aquí ha salido para la carrera de mis hijas. Estudiaron Derecho, tengo dos licenciadas y una maestra. Dos de ellas casadas y otra soltera pero ya cada quien trabaja para lo suyo. Mi hijo no quiso estudiar, pero lo estamos animando para que saque una carrera”.

Cuenta que junto con su esposo lograron dar el patrimonio del estudio a sus hijos “mi esposo y yo nos hemos dedicado al semáforo y gracias a dios aquí estamos”, comenta y mira los productos que ofrece entre la movilidad de sus clientes.